LA LOCURA QUE CURA
Imagina por un momento que has perdido la sensatez y prudencia que te caracterizan, que te has vuelto completamente loco o loca. ¿Qué harías? Ya no piensas en aquello que es correcto o incorrecto, bueno o malo, beneficioso o pernicioso, permitido o prohibido... Simplemente estás tú con tus deseos oscuros, con tu impulsividad. Te has dejado apoderar por el sinsentido, por el capricho. No hay un porque escondido a lo que haces. ¿Qué te viene a la cabeza? Intenta no reprimirte, sólo estás fantaseando. ¿Qué ocurre? "Si estuviera completamente loca/loco, yo..." Seguro que los finales de esta frase te dan pistas sobre tus deseos más auténticos y te acabas desidentificando de quién eres y de aquello que se espera de ti, pero descubres algo que valía la pena porque también eres tú. Decía el irreverente Guillermo Borja en su libro La locura lo cura: "Si yo tengo que controlar mi pensamiento, mi emoción y mi acción, es que hay algo irresuelto en mí. La presencia, la transparencia no amenazan a nadie, no atentan a nadie, al ego sí, porque teme perder el control, como si creyera que la esencia humana es mala. La esencia del ser humano es buena, el ser humano es bueno, ¿por qué controlar lo que es bueno?". Sin embargo nos empeñamos tanto en encauzar nuestra vida que al final el chorro de energía que la conforma pierde fuerza y dirección. "Si estuviera loca, yo..." Me cuesta encontrar una respuesta porque el final de la frase me compromete con una nueva manera de hacer las cosas. Me paro. Suspiro el miedo y vuelvo a empezar. "Si estuviera loca, yo... Dejaría todo por hacer y me iría a encontrarme con personas nuevas, con lugares diferentes, deseo construir una nueva aventura de vivir". ¿Y tú?